La vajilla es quizás el elemento al servicio de la mesa más importante de todos por su doble función: ser práctica y decorativa. Ya sea una cena romántica, en familia, con amigos o, incluso, en solitario, una buena vajilla, limpia, cuidada y bien puesta puede marcar la diferencia pues tiene el poder de convertir una situación ordinaria en un momento realmente especial y ¿por qué no?, memorable. Es por esto que aquellos que aprecian el valor de su vajilla sienten la necesidad de comprender su mantenimiento, siendo el lavado el punto inicial para preservar la excelencia de su vajilla. Aunque lavar un plato o un pocillo parece tan simple como ponerle jabón, enjuagar y secar, lo cierto es que, conociendo el valor de tu vajilla, sabrás que el proceso va mucho más allá. Pues bien, pensando en ello, te dejamos acá algunas recomendaciones prácticas que pueden ayudarte a mantener tu loza limpia y como nueva.
1. No dejes que se pegue la comida y remoja si es necesario
Quitar los alimentos con una esponja suave es la solución más simple cuando la comida está muy adherida al plato, sin embargo, esto podría deteriorar el esmalte de tu vajilla, debilitarla y ponerla opaca. Es por eso que lo más conveniente es no permitir que las sobras se adhieran a tus platos, esto no significa que debas salir corriendo a lavar una vez termines de comer, pero es importante que seas consciente, al recoger la mesa y disponer los platos sucios en el fregadero, de este detalle. Pasarles una servilleta, rociarles un poco de agua antes del lavado o, incluso, dejarlos en remojo por un rato podría ayudar a soltar las partes de comida pegadas y facilitar el proceso.
2. Escoge la esponja adecuada
Es fundamental que conozcas tu vajilla, eso te ayudará a seleccionar el material de la esponja que mejor se acomode a aquel con el cual está fabricada tu loza. Por ejemplo, una esponja de espuma es diferente a una de metal, hay quienes prefieren usar un paño pues consideran que este podría funcionar mejor. De igual manera será necesario que mantengas limpio este elemento y que lo renueves con una regularidad no mayor a un mes pues en sus fibras podrían acumularse bacterias y suciedad que afecten la higiene de vajilla. Después de cada uso, se recomienda escurrir la esponja y dejarla secar en un lugar limpio.
3. Escoge el detergente apropiado
El detergente es responsable de la acción limpiadora pero también de cuidar el material de tu vajilla. Hoy en día existen detergentes con tecnologías limpias y eficientes que no solo cuidan las piezas sino también tus manos y el agua. Usa detergentes con fórmulas aprobadas para romper los enlaces de grasa y eliminar incluso los residuos de alimentos que no se ven. No es claro cual detergente es el mejor: líquido o en polvo, lo más fiable será que utilices alguno que no contenga lavandina (solución de hipoclorito de sodio) por su efecto abrasivo.
4. Ten presente la temperatura del agua
Puedes usar agua fría, caliente y tibia para lavar tu vajilla. La temperatura no es en realidad un inconveniente, no obstante, los expertos en limpieza aconsejan utilizar una temperatura de, por lo menos, 60ºC (140 °F), para eliminar las bacterias, además, el agua caliente funcionará mejor que la fría para sacar la grasa. Es prudente que tengas presente cuál es el mejor momento para utilizar cada temperatura y que evites los cambios bruscos pues estos podrían afectar el material de tu vajilla.
5. Lavar en el orden correcto
Los que se sugiere es empezar por las piezas que acumulan menos suciedad, por ejemplo, vasos, tazas, copas y pocillos, de esta manera los cuidarás de transferirle la grasa que puedan contener los otros elementos como los platos que son los siguientes en el orden propuesto. Los siguientes en la lista son los cubiertos, los cuales es bueno sumergir en agua con jabón antes del lavado para que estén casi limpios al momento de lavarlos; y en último lugar vendrán los sartenes y las ollas que, usualmente, acumulan mayor cantidad de grasa y son los que más espacio ocupan.
6. Enjuagar apropiadamente
Si has seguido hasta acá todo el proceso con cuidado y paciencia, este paso será mucho más sencillo que los anteriores. Simplemente abre el grifo y deja correr el agua hasta que sientas que la pieza de vajilla que estás lavando quede sin residuos de grasa o jabón. En este punto, puedes considerar utilizar agua tibia o caliente pues esta se evapora más rápido, por esta razón, tu vajilla se secará al instante lo cual te facilitará el siguiente y último paso: el secado.
7. La estación de secado
La propuesta de crear una estación de secado implica disponer un lugar limpio para ubicar tu vajilla de manera ordenada después del lavado. Aprovechar el sol y las corrientes de aire es mucho más higiénico y más eficiente que utilizar un paño de secado. Una vez limpias y secas las partes de tu vajilla deberán ser almacenadas en un espacio apropiado para ello, donde estén protegidas de plagas, polvo, humedad, exposición directa al sol y listas para volver a servir tu mesa.
Ten presente que las anteriores son recomendaciones generales útiles para el lavado a mano y que cada vajilla es una pieza única y especial, consulta siempre las recomendaciones y síguelas tan fielmente como puedas. Si vas a usar máquina lava vajillas es aconsejable que consultes el manual antes de las primeras lavadas y atiendas los consejos. Con la atención apropiada, tu vajilla durará tanto como la cuides y la cuidarás tanto como te guste.
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